La edad biológica y por qué es importante

Cuando te preguntan cuántos años tienes, ¿qué respondes? Probablemente dices el número de años que has cumplido desde que naciste; pero si la pregunta es de cuántos años te sientes, ¿cambiarías tu respuesta? ¿Serías más joven, o por el contrario, te sentirías mayor de lo que dice tu documento de identidad?

Nuestra edad no es solo un número, en muchos sentidos también es el rasero con el que medimos nuestras capacidades y potencialidades frente a nuestro presente; pero nuestros años de vida no tienen que ser una camisa de fuerza, ni una excusa para dejar de explorar o de aventurarnos a vivir experiencias diferentes a las que se espera de nosotros en determinada etapa de nuestras vidas, es más, nuestra edad ni siquiera tiene que determinar la jovialidad y capacidad de nuestro cuerpo.

Si bien es cierto que los años no vienen solos, en este mundo moderno de avances y posibilidades, podría estar en nuestras manos romper los estereotipos de lo que se espera de nosotros física, mental y emocionalmente a esta u otra edad, es aquí donde entra en juego la edad biológica.

La vitalidad contra el tiempo

La edad biológica es un concepto en el que nuestra juventud o longevidad no está atada al número de días que llevamos habitando la tierra, sino a la salud de nuestro organismo y su capacidad de regenerarse a nivel celular; es un proceso que llevamos a cabo todos de forma diferente, y tal como pasa con nuestra edad cronológica, la que determina el calendario, la edad biológica empieza a desarrollarse desde el momento en que nacemos.

La gran diferencia radica en que la edad biológica tiene una capacidad que la edad cronológica nunca podrá tener, y es que puede reversarse uno o muchos años dependiendo de cambios o hábitos que pueden estar en nuestras manos.

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El gran secreto de la edad biológica es que está determinada por nuestro ADN; justo en los extremos de los cromosomas que conforman y definen toda nuestra información genética se encuentran los telómeros, los protectores de la estabilidad del genoma humano para el desarrollo de nuevas células. El problema, es que con el paso del tiempo y como consecuencia de hábitos poco saludables, estas estructuras se van erosionando y haciendo más pequeñas, hasta llegar al punto en que no pueden proteger más al ADN; cuando esto pasa, nuestras células dejan de regenerarse, reproducirse y eventualmente mueren. El estado de los telómeros es el que define, según la comunidad científica, la edad biológica de una persona.

Cómo detener el tiempo

Con el descubrimiento del funcionamiento y el potencial de los telómeros para llevar vidas cada vez más largas y vitales, la comunidad científica se puso manos a la obra; la manipulación del gen relacionado a estos pequeños héroes anónimos, puede tanto acortar como alargar la vida de las personas, es por esto, que ya se pueden encontrar estudios que desarrollan compuestos y suplementos dedicados no solo a la conservación de esta estructura, sino a la reparación del daño que ha recibido en el pasado.

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La novedad de estos descubrimientos hace que quizás una solución sintetizada sea difícil de adquirir o de confiar en estas etapas de desarrollo incipiente, pero dentro de la investigación alrededor del cuidado de los telómeros, también se ha descubierto que existen hábitos específicos que ayudan a protegerlos y hasta regenerarlos. La alimentación, la calidad del sueño, el cuidado de la salud mental, la exposición a sustancias tóxicas y hasta nuestra herencia genética pueden ser igual o más determinantes que una pastilla para que los años le pasen solo al calendario y no a nuestro organismo.

Al final del día, la edad biológica que quisiéramos tener sí que puede estar en nuestras manos y la fórmula mágica no es ninguna desconocida: alimentación rica en antioxidantes, actividad física constante, dormir bien, evitar espacios contaminados y hasta cuidar de nuestra salud mental pueden hacer la diferencia entre el número de años en nuestro pastel de cumpleaños y el de nuestro organismo.

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