Síndrome metabólico: 4 condiciones en 1
En 1988 el endocrinólogo estadounidense Gerald Reaven descubrió que las personas con mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares solían tener 3 condiciones en común que se presentaban de forma simultánea. La displidemia, mejor conocida como nivel alto de colesterol en la sangre, la hipertensión y la hiperglucemia eran desórdenes que Raeven solía encontrar presentes en la mayoría de los pacientes no diabéticos que sufrían infartos al miocardio, por lo que terminó reuniéndolos dentro de una sola enfermedad que inicialmente denominó síndrome X.
Una década después de la conclusión inicial del Doctor Raeven, la OMS reconoció esta condición como un diagnóstico, renombrándolo como síndrome metabólico.
Con el tiempo, al conjunto de condiciones que conforman este síndrome se agregó el exceso de grasa abdominal, y se demostró además, que padecer 3 o 4 de estas condiciones en simultáneo no solo expone a las personas a un mayor riesgo de sufrir afecciones cardíacas, también los puede llevar a padecer derrames cerebrales y diabetes.
¿Qué tiene que ver lo uno con lo otro?
Quizás a primera vista no es fácil detectar la relación entre las 4 condiciones que conforman el síndrome metabólico, ni tampoco es fácil deducir qué tienen que ver ellas con el metabolismo, que a su vez, no parece tener una relación muy directa con los problemas vasculares y cardiacos, pero no olvidemos que nuestros cuerpos son una máquina compleja, en la que todo se conecta y todo influye.
Empecemos por el principio: el factor en común que tienen la displidemia, la hipertensión, la hiperglucemia y la obesidad abdominal es que todas juegan un rol importante en la generación de resistencia a la insulina, dicha resistencia es mejor conocida por ser la principal causante de la diabetes, pero ella también tiene otros efectos, entre los que está el impedir la absorción correcta de los nutrientes por parte del cuerpo para convertirlos en energía, proceso que se conoce como metabolismo.
Así que si sufrimos de condiciones que generan que el cuerpo se resista a la insulina, estamos limitando el buen funcionamiento del metabolismo, y si hay un mal metabolismo, todos nuestros procesos biológicos se verán disminuidos y atrofiados, causando sobreesfuerzos y eventuales alteraciones graves como un derrame o un infarto.
3 enemigos silenciosos
Lo peligroso del síndrome metabólico es que 3 de las 4 condiciones que lo conforman son completamente silenciosas, lo que quiere decir que no tienen síntomas ni manifestaciones físicas y solo podemos detectarlas por medio de un chequeo médico; la buena noticia es que sí existe una forma sencilla e indolora de obtener una pista acerca de qué tan propensos somos a sufrir de una o varias de estas condiciones: revisar los factores de riesgo y nuestros hábitos de vida.
Tanto las causas como el tratamiento a las condiciones asociadas al síndrome metabólico están fuertemente ligadas a nuestros hábitos; el sedentarismo y el sobrepeso han sido identificados como los factores de riesgo principales, pero no son los únicos.
Se considera que a medida que nos hacemos mayores, tenemos más riesgo de padecer esta enfermedad, además, las mujeres han mostrado ser más propensas a sufrirla; algunas condiciones del sistema inmunitario como la psoriasis también aumentan el riesgo de padecerla, y algunos tratamientos oncológicos que lo debilitan también pueden posibilitarla.
Los cambios hormonales causados por enfermedades como el síndrome de ovario poliquístico también se consideran factores de riesgo, y varios trastornos de sueño como el insomnio y la apnea de sueño también pueden exponernos más a la posibilidad de padecer esta enfermedad.
Un círculo vicioso o virtuoso
Muchas de las posibles razones por las que podemos estar más expuestos a sufrir el síndrome metabólico están fuera de nuestras manos hasta cierto punto, pero cuidar nuestros hábitos es una muy buena forma de hacerle contrapeso a los factores de riesgo.
Tanto el hecho de que corramos más o menos riesgos de sufrir o controlar el síndrome metabólico depende en gran medida de qué tanto nos cuidamos en nuestra cotidianidad. Los malos hábitos aumentan el riesgo de padecerlo y lo agrava si ya se sufre, mientras los buenos hábitos lo previenen o lo controlan si ya se padece.
Los 3 pilares son los de siempre: una buena alimentación, actividad física y un descanso apropiado, hemos hablado bastante de ellos en nuestro blog, por lo que seguro que encontrarás consejos y recomendaciones para llevarlos a cabo.
Si sientes que es posible que sufras del síndrome metabólico no dudes en buscar ayuda de un médico, incluso si no tienes sospecha de que puedas estar padeciéndolo, no olvides hacerte un chequeo regular, recuerda que la prevención es el mejor tratamiento.