Frío o calor: ¿cuál es la mejor opción para tu dolor?

A todos en algún momento de nuestras vidas nos han recomendado aplicarnos una compresa fría o caliente para dolores de todo tipo. Desde cólicos menstruales hasta lesiones articulares pueden ser tratadas de forma eficaz con una temperatura concentrada en la zona lastimada, pero lo que puede mejorarse con el frío, puede empeorarse de forma drástica con el calor, así que hoy les contaremos cuándo usar cada uno de ellos de forma segura y eficiente.

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El freno y el acelerador

Una buena forma de entender los efectos del frío y el calor en una lesión es compararlo con un proceso de aceleración y desaceleración.

Cuando nos lesionamos o tenemos una dolencia crónica de tipo ósea o articular, el resto de nuestro organismo sigue funcionando como siempre; la sangre y el oxígeno siguen recorriendo nuestro cuerpo, pero este sistema circulatorio tan eficiente es el que debe ser intervenido para contrarrestar los efectos de la condición que estamos padeciendo… es aquí donde entra nuestra analogía.

El frío y el calor tienen efectos opuestos en nuestro cuerpo cuando los aplicamos de forma directa; mientras el primero contrae los vasos sanguíneos, el segundo los expande, por lo que dependiendo de la temperatura que elijas, vas a tener reacciones completamente diferentes y no necesariamente idóneas para contrarrestar el dolor o la inflamación. Si optas por el frío, lo que vas a hacer es ralentizar el sistema circulatorio en el área afectada, mientras que el calor, va a dilatar la zona aumentando el flujo del torrente sanguíneo.

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Hoy frío, mañana calor

Hasta ahora hemos hablado mucho de la teoría, pero vamos a la práctica: si la dolencia con la que estás lidiando en el momento es una ocasionada por una lesión reciente y que está iniciando un proceso de inflamación, la respuesta más segura es el frío.

Las temperaturas bajas hacen más lento el tránsito de la sangre, por lo que aplicar hielo o una bolsa de agua fría en la lesión va a reducir o a hacer más lento el proceso de inflamación con el bonus de funcionar como un excelente analgésico, ya que entumece la zona e inhibe la sensación de dolor.

Solo hay un tipo de personas a la que no se recomienda usar este tratamiento y son aquellas que tengan problemas circulatorios, ya que ralentizar su flujo sanguíneo sería más contraproducente a gran escala y a largo plazo; para este tipo de paciente es mejor recurrir a un profesional especializado de inmediato.

Es importante agregar que no se recomienda el uso del calor en lesiones recientes, ya que al dilatar los vasos aumenta el torrente sanguíneo y en lugar de detener la inflamación la acelera.

Habiendo aclarado en qué circunstancia no se usa el calor, te contamos para qué tipo de condiciones sí es un excelente tratamiento. El calor es la fuente de la vida y del movimiento, por lo que si padeces de espasmos musculares, contracturas y dolores crónicos, él va a ayudar a aflojar esa parte de tu cuerpo que está tensa y adolorida. Tal como el frío, el calor también tiene propiedades analgésicas y como dato curioso, también ayuda mucho a acelerar el metabolismo y la función digestiva.

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Unas recomendaciones

Ten en cuenta que temperaturas extremadamente bajas o altas pueden causar quemaduras en la piel, así que no olvides poner una toalla o un plástico grueso en medio para no exponerte a un daño en tu piel y otro dolor que lidiar.

Aunque aplicar frío y calor son tratamientos naturales y con mínimas contraindicaciones, estos no dejan de ser cuidados paliativos que solo funcionan a corto plazo y no están haciendo un verdadero proceso curativo a nivel óseo o articular. Siempre después de una lesión o al detectar un dolor crónico consulta a un quiropráctico profesional, solo ellos determinaran un tratamiento adecuado que funcione tanto a corto como a largo plazo.