¿Por qué debes llevar a tu hijo al quiropráctico?
Está comprobado que desde antes del parto, nuestra columna ya ha empezado a sufrir el estrés de las posturas poco saludables. Durante los meses de gestación un bebé cambiará de posición constantemente en el acogedor pero pequeño útero de su madre; algunas de estas posiciones serán los primeros de muchos desbarajustes que sufrirá su columna durante toda su vida, y eso que aún no ha llegado siquiera al parto.
Ya hemos hablado en el pasado de cómo la quiropráctica suele llegar a nuestras vidas demasiado tarde y como un recurso desesperado después de años de uso y abuso de nuestra columna vertebral, pero nunca hemos dicho siquiera qué tan temprano deberíamos realmente iniciar un tratamiento quiropráctico.
La respuesta es: tan pronto como sea posible
Si antes de nacer ya estábamos haciendo méritos para visitar a un quiropráctico, a partir del parto es cuando más se hacen apremiantes las razones. Inevitablemente, el nacimiento es un momento bello pero traumático; tanto los instrumentos médicos de una cesárea, como el forcejeo y estrés de un alumbramiento natural pueden ser la causa de la primera subluxación de columna de un bebé.
De allí en adelante nada más imagina los esfuerzos para empezar a sostenerse, las caídas al caminar, al aprender a montar en bicicleta, las largas jornadas escolares en sillas rígidas de madera y ya puedes ir haciendo la cuenta de todo lo que la columna de un niño podría estar sufriendo en relativo silencio.
Desde asma hasta infecciones de oído recurrentes
No es común escuchar de parte de un niño que les duele la espalda, o verlos suspirar pesadamente cada vez que se tienen que levantar de una silla o agacharse de forma pronunciada, pero eso no quiere decir que no hayan indicios para prestar atención a su columna.
Síntomas y fenómenos como cólicos, dolor de oído, dolor de cabeza, mojar la cama y hasta déficit de atención parecieran no estar en absoluto relacionados con la columna vertebral, pero podrían ser consecuencias directas de una mala alineación de las vértebras, que a su vez conlleva a un funcionamiento inadecuado del sistema nervioso.
Los anteriores son síntomas sutiles que fácilmente se atribuyen a otras dolencias, pero si nunca has llevado a tu hijo al quiropráctico y notas que su cabeza siempre está inclinada hacia un lado, tiene problemas para conciliar el sueño y mantenerse dormido y le da dificultad girar su cuello a algún lado, busca a un profesional de inmediato.
Se estima que en los primeros cinco años de vida los niños presentan el mayor desarrollo de vías nerviosas en sus vidas, por lo que es importante que desde ese entonces haya un diagnóstico claro sobre el alineamiento de sus columnas y el bienestar de su sistema nervioso en general. Hay expertos que incluso llegan a recomendar que el primer chequeo de la columna de un bebé se haga a las dos semanas de nacido, pues es a partir de entonces que cualquier daño se hace permanente y puede acumularse a otras lesiones.
¿Es peligrosa la quiropráctica en niños muy pequeños?
Si alguna vez has tenido un arreglo quiropráctico, es muy posible que en estos momentos te estés preguntando si es realmente bueno que un bebé tan pequeño y que apenas se está desarrollando se someta a un tratamiento de este tipo. La verdad es que depende.
No depende del niño, sino del profesional al que lo lleves. Si la columna vertebral de un adulto completamente desarrollado es frágil, ya te puedes imaginar el daño que puede causar el intentar alterar una que está apenas en proceso de fortalecimiento, así que ahí es donde entra tu rol como adulto responsable.
Busca siempre profesionales certificados y con títulos universitarios en quiropráctica. Un ajuste para un niño por supuesto no implicará lo mismo que un ajuste para un adulto, solo un experto podrá definir el tratamiento adecuado según su edad, peso y condición física en general.
Por lo demás, la quiropráctica es un tratamiento que no promueve la medicación de ningún tipo, por lo que está casi exenta de efectos secundarios y es completamente natural.
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