4 hábitos que acaban con tu energía – Segunda parte

La semana pasada te contábamos acerca de 4 hábitos que hacemos en nuestra vida diaria que contribuyen a nuestra constante falta de energía, pero al final descubrimos que quedaba tanta tela por cortar, que valía la pena hacer una segunda parte.

En este artículo te hablaremos de otro conjunto de hábitos que tienen un efecto directo en nuestros niveles de agotamiento día a día y las formas en las que podemos empezar a cambiarlos.

1. Beber alcohol

Muchos de nosotros conocemos de primera mano el agotamiento y la debilidad que causa una terrible resaca, pero incluso cuando solo consumimos una copa o dos, el alcohol puede causar muchos estragos en nuestro organismo que derivan en incontables condiciones a nivel físico y mental, incluyendo el agotamiento.

Christopher Palmer, profesor asistente de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de Harvard explicó a Forbes cuáles eran para él las principales causantes de que nos sintamos sin energía, contando desde su experiencia, como su productividad y energía mejoraron cuando dejó de beber una copa de vino que solía tomar durante la cena.

Palmer no solo se basa en sus vivencias personales, el psiquiatra también señala un estudio realizado a 36 mil personas cuyo resultado fue que el consumo de una o dos copas de licor al día puede contribuir al atrofiamiento del cerebro y al deterioro de su funcionamiento.

2. Pasar mucho tiempo frente a pantallas brillantes

Existen tanto razones biológicas como psicológicas por las que el uso constante de pantallas juega un rol importante en nuestros niveles de energía; para empezar, estos artefactos emiten luces brillantes que causan estrés a los ojos, que se irritan y lagrimean con los excesos, haciendo que nos sintamos exhaustos y con ganas de dormir para que estos puedan descansar.

El efecto de las pantallas en la mente tampoco es positivo, ya que tanto lo brillantes que son como los contenidos que exponen, estimulan el cerebro y le evitan ponerse en modo de descanso, causando problemas como insomnio e incapacidad de dormir lo suficiente.

Otra consecuencia del consumo de pantallas se da a nivel psicológico y está fuertemente relacionado al uso de redes sociales, un hábito distractor que irrumpe constantemente en nuestra rutina, haciendo que debamos esforzarnos el doble en concentrarnos y generemos sentimientos de ansiedad o excitación frente a los contenidos que consumimos, alterando nuestra capacidad de descansar o mantenernos tranquilos.

Las recomendaciones frente al consumo de pantallas son poner filtros opacos o oscuros cada que podamos, no ver pantallas por lo menos una hora antes de dormir, y por supuesto, limitar su consumo a su mínima expresión.

3. Planificar mucho o muy poco

El nivel de preparación que tengamos para enfrentar nuestro día a día influye en nuestra productividad, capacidad de gestión y manejo del tiempo, pero no necesariamente de una forma positiva.

La diferencia está en nuestra resiliencia y flexibilidad; está bien tener una agenda que nos de claridad y nos mantenga enfocados, pero planear hasta el más mínimo detalle no deja espacio a los imprevistos y puede causar mucho estrés cuando estos se presentan.

La clave, como en muchas tantas cosas está en el equilibrio, planear puede ser bastante positivo para nuestra mente, pero también se puede convertir en una camisa de fuerza si no podemos adaptarnos al cambio de forma rápida y sin culpa. Frente a un imprevisto respira y reajusta, tener nuestras prioridades claras es una excelente forma de sacar el mejor provecho a una buena planeación.

4. Quedarte atascado en el pasado

¿Cuánto tiempo del día se te va en lo que pasó o en lo que pudo pasar? ¿Qué obtienes con hacerte esas preguntas? Puede que puedas aprender algo, sí, pero cuando darle vueltas al pasado es más una compulsión que un ejercicio de introspección calculado, nuestra mente se termina encontrando con escenarios negativos y poco productivos que nos mantienen alejados del presente y mentalmente exhaustos.

Si quedan lecciones por aprender de algo sucedido, dedícale su tiempo y espacio; asegúrate que sean unos en los que estés tranquilo y puedas pensar con objetividad. Lo malo de pensar en el pasado es cuando esta actividad invade tu cotidianidad y no te deja ser productivo, la desconcentración y los posibles pensamientos negativos van a minar tus buenas intenciones y solo vas a llegar al cansancio.

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Piensa en la situación con compasión y empatía, y solo el tiempo necesario, si ves que le estás dando más espacio del que necesita, busca cómo volver al presente, puede ser por medio de una frase rápida como “ya pasó” o “este no es el momento”; va a tomar un poco de disciplina, pero eventualmente vas a poder dominar los pensamientos intrusivos y mantenerte en lo que te ocupa y en lo que realmente está siendo en el presente.