Mitos y verdades de la quiropráctica contados desde mi experiencia
Todos hemos oído de la quiropráctica y tenemos una opinión sobre ella, pero ¿qué tan acertados estamos siendo?
Me voy a permitir contarles un poco de mí. Soy una periodista de 26 años que pasa gran parte del día en el computador escribiendo, practico deporte y yoga de forma esporádica; durante toda mi vida han existido dos constantes: el sobrepeso y los dolores crónicos de espalda.
Fui muchas veces a donde diferentes médicos, siempre atribuyeron el dolor a mi exceso de peso, nunca me propusieron una solución, ni fármacos ni terapias, solo me decían una y otra vez que debía adelgazar; adelgacé, tengo un peso saludable y un estilo de vida relativamente activo pero mi espalda todavía duele y mucho.
Los dolores físicos asociados a condiciones emocionales adversas son igual o más comunes que los dolores causados por factores externos. El ruido, la contaminación o una semana de trabajo difícil no te van a dar un porrazo en la cabeza, pero podrían hacerte sentir dolor como si lo hubieran hecho.
Por las extrañas coincidencias que tiene la vida, fui convocada para escribir sobre la quiropráctica, pero yo de eso sabía lo poco que veía en televisión y todos sabemos que en la televisión las cosas no son como las pintan, así que decidí ir a un centro de quiropráctica y esto fue lo que descubrí:
Ir al quiropráctico no es como ir al spa
Creo que lo primero que pensamos la mayoría de un quiropráctico es que es una especie de masajista enfocado en la salud. Falso. La quiropráctica es una carrera profesional que requiere de cinco a siete años de estudio y necesita de conocimientos rigurosos en anatomía y fisiología.
Cuando llegué al centro de quiropráctica, parecía más un consultorio médico que un spa y lo primero que tuve que hacer fue llenar un formulario con mi historia médica: definitivamente en ese lugar no solo iban a quitarme de encima una semana estresante en la oficina.
Ir al quiropráctico debería ser como ir al dentista
Algo que llamó mucho mi atención cuando empecé a indagar acerca de la quiropráctica fue una pregunta que me hicieron: Si vas cada tanto al dentista para cuidar tu higiene oral y lo haces desde pequeña, ¿por qué no has hecho lo mismo por tu columna? Yo me quedé en silencio, pero reflexioné al respecto. La columna no sé si por falta de visibilidad o de educación pasa desapercibida por nuestra lista de prioridades de salud o estéticas, no pensamos en ella hasta que nos duele y cuando nos duele es que ya hay en ella un daño.
La quiropráctica tal como la higiene oral no solo sirve para “remendar el diente cuando se ha dañado”también sirve para prevenir que se dañe en algún momento; someterse a un tratamiento quiropráctico preventivo es tan importante como tener una dieta saludable o cepillarse los dientes tres veces al día.
La quiropráctica debe venir de manos expertas
Ya en el consultorio me vi de nuevo sorprendida por mis propios prejuicios: en lugar de ser recostada en una cama me senté, hablé de mi dolor de espalda de cómo a veces se transfería a mis piernas y de cómo mi cintura se ladeaba hacia la derecha causándome dolor y una terrible postura que no lograba enderezar; revisaron mi espalda y mi flexibilidad, me recostaron y en un par de breves e indoloros movimientos rápidos me hicieron una “compostura”, tengo que decir, que estos movimientos en las manos incorrectas pueden ser muy peligrosos, solo basta con ver las áreas que manipulan para saber que una persona inexperta puede causar un daño irreversible en nuestro cuerpo, así que mi recomendación es que vayan con profesionales, no pongan su bienestar en manos poco confiables.
Lo que nos queda
Después de mi primera experiencia con la quiropráctica, me espera una cita de seguimiento donde tendré un diagnóstico y una periodicidad recomendada para la rehabilitación de mi columna. No puedo dejar de pensar en qué condiciones estaría si hubiera sabido de esta posibilidad antes o hacia donde iría mi cuerpo si no lo hubiera conocido ahora.
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