El vaso medio lleno: dale un giro positivo a la pandemia
A los seres humanos nos cuestan los cambios. Hemos arraigado tanto el miedo a la incertidumbre que empezamos a normalizar pensamientos como “es mejor malo conocido que bueno por conocer”, y es por filosofías como esta que nos hemos aterrorizado ante el concepto de nueva normalidad que empezó a instaurarse desde el principio de la pandemia, cuando en realidad lo nuevo y lo diferente es tanto un riesgo como una gran posibilidad.
En el idioma mandarín la palabra crisis es Wei Jin, un concepto conformado por las palabras Wei que significa peligro y Jin que significa oportunidad. Esta curiosa dualidad dentro del concepto define perfectamente lo que puede ser una crisis, todo podría reducirse a una cuestión de perspectiva: ¿qué puedo hacer respecto a esto que me está pasando? ¿Cómo puedo sacar provecho de esta situación?
Aprender, agradecer, continuar…
No se trata de negar el profundo impacto y las tragedias que han llegado con la proliferación del COVID-19, pero sí podemos intentar agradecer la posibilidad de seguir aquí y tener la oportunidad de reflexionar acerca de este evento que llegó también para darnos una perspectiva nueva sobre la vida que llevábamos hace un año y medio y lo que de verdad quisiéramos hacer con ella.
Durante los meses de desasosiego y aislamiento, que también fueron momentos de profundos descubrimientos y gratitud, seguramente tuvimos bastantes oportunidades para pensar acerca de la forma en la que estábamos viviendo, llegando a reconocer que habían cosas de nosotros mismos y de nuestra sociedad que no estaban del todo bien y que definitivamente necesitaban y debían mejorar.
Ahora que de forma lenta pero segura empezamos a apropiarnos de nuevo de los espacios y las posibilidades que nos ofrecía la “vieja normalidad” es el momento perfecto para hacer una depuración de lo que no estaba tan bien y para poner más esfuerzo y dedicación a lo que definitivamente quisiéramos conservar; a partir de esto podríamos crearnos un estilo de vida híbrido entre lo mejor de nuestra vida antes del COVID y lo que se convirtió durante y después de él.
Pasar de la reflexión a la práctica
Si hay algo innegable respecto a la pandemia es que ha llegado con grandes aprendizajes; en muchos casos nos recordó que es más importante alguien con quien compartir la mesa que la cena más elegante y en tantos otros nos reforzó esa resiliencia y recursividad tan propia de nuestra raza humana.
En este momento en el que podemos volver a los restaurantes, a los espacios deportivos y al estilo de vida que teníamos antes del COVID vale la pena preguntarnos: ¿a qué viejos hábitos no quisiéramos regresar? ¿Qué costumbres adquiridas durante la pandemia quisiéramos conservar? ¿Qué cosas nuevas quisiera aprender y conocer ahora que tengo una nueva oportunidad?
Puede que para algunos el objetivo sea bajar las revoluciones, mantener hábitos aprendidos en el cierro como la meditación o el ejercicio en casa; es posible que para otros el objetivo sea comerse el mundo, viajar y vivir experiencias a las que se abstuvieron en el pasado; para otros el objetivo quizás sea dedicar más tiempo a su familia, aprender a cocinar o buscar estar más en contacto con la naturaleza… las opciones son infinitas y completamente válidas, porque la vida es de equilibrios, de desplegar las alas sin olvidar tus raíces.
Así que por más disruptiva que haya resultado esta experiencia, para quienes tenemos la fortuna de seguir aquí no deja de ser más que otro momento vital que no debe servir otro propósito más que enseñarnos a sacar lo mejor de nosotros para vivir más allá de él.
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