El ciclo hormonal femenino y su sistema musculoesquelético
Ser mujer tiene tanto de bello como de complejo y detrás de ello está una de las diferencias biológicas más radicales y trascendentales del cuerpo femenino respecto al masculino: su proceso hormonal y las implicaciones que este tiene durante todas sus vidas.
Desde edades cada vez más tempranas las mujeres se ven expuestas a cambios físicos e intangibles que alteran tanto su integridad física como su percepción del mundo; estos cambios inevitablemente llegan con efectos colaterales que algunas veces son buenos y otras no tanto.
El sistema musculoesquelético femenino es una de las partes del organismo en las que más se manifiestan los cambios que llegan con una fisionomía que evoluciona con la edad y un ciclo menstrual que determinará gran parte de sus vidas, cada cuerpo puede reaccionar de forma impredecible y puede tener diferencias drásticas entre una mujer y otra.
Los primeros grandes hitos
Una de las causas más comunes del dolor de espalda en cualquier circunstancia es el sobrepeso y la mala postura; Durante la pubertad, los senos de las mujeres se empiezan a desarrollar, creando por un tiempo una formación nueva y pesada que altera su postura y genera un peso extra que puede tener consecuencias a corto, mediano y largo plazo.
Con la menstruación se puede desarrollar también el dolor de espalda como parte del síndrome premenstrual e incluso durante los días de sangrado, esto, aunque aún poco debatido, se cree que pasa porque el cambio hormonal durante esos días influencia la producción de colágeno, que a su vez puede dar a los ligamentos una sensación de laxitud y “flojera”, causando inestabilidad y dolor en la base de la columna.
Para tratar estas molestias, se suele recurrir a otras hormonas como la progesterona o a medicinas como los antiinflamatorios, pero ambos vienen con otro grupo de efectos secundarios que pueden terminar reemplazando un problema con otro. Mejor aún resulta consultar con regularidad un quiropráctico profesional y desde casa tener una buena rutina de sueño, hacer ejercicio, aplicar calor y evitar el alcohol y la cafeína.
El embarazo
Durante el embarazo nos encontramos de nuevo con una combinación entre el peso extra de una barriguita creciente y los cambios hormonales que pueden llegar a sus niveles más altos en esta etapa de la vida de una mujer.
Tal como pasa en la menstruación, durante el embarazo el cuerpo suaviza y flexibiliza los ligamentos del sistema musculoesquelético, pero esta vez lo hace en preparación para el parto; este proceso, aunque es bueno al momento de dar a luz, es bastante contraproducente para la firmeza de la columna, y si a ello le agregamos un peso extra bastante grande, estamos hablando de un esfuerzo extremo que requiere del máximo cuidado.
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Aunque parezca inevitable, el dolor de espalda durante la gestación se puede prevenir o disminuir a su mínima expresión, acciones como no cargar cosas pesadas (o en el peor de los casos, distribuir el peso entre ambos brazos), usar zapatos planos para tener una buena alineación corporal, usar un colchón de calidad y de acuerdo a las necesidades propias de cada quien y acudir frecuentemente al quiropráctico, pueden hacer de la dulce espera más dulce de lo que ya lo es.
La menopausia
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Además, otro efecto secundario de una menor cantidad de estrógeno en el sistema es el hecho de que la Vitamina D puede alcanzar sus puntos más bajos en el mismo; la misión de esta vitamina es regular la cantidad de calcio en los huesos y mantenerlos sanos, por lo que el riesgo de desarrollar dolores y condiciones nunca antes desarrolladas se duplican en un efecto dominó difícil de evitar.
Para poder tratar estos efectos del paso del tiempo en el organismo femenino, se pueden tomar suplementos vitamínicos, consumir carnes rojas, pescados como el salmón y las sardinas, hígado y yemas de huevos; pero la fuente principal de vitamina D es la luz del sol, así que no olvides salir a tomarlo en las horas de menor fuerza, para que el efecto sea satisfactorio y no contraproducente.
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