Las 5 claves de la inteligencia emocional y cómo aplicarlas
Primera parte
La inteligencia emocional es quizás una de las virtudes más anheladas por una persona, desde el mundo laboral hasta las relaciones interpersonales se nutren y benefician de una mentalidad sabia y mesurada, mientras que unos niveles bajos de este tipo de inteligencia generan ambientes conflictivos a nivel social y estados mentales ansiosos e inseguros a nivel personal.
Según Daniel Goleman, uno de los psicólogos pioneros en la conceptualización de lo que es la inteligencia emocional, ella está conformada por cinco elementos claves: el autorreconocimiento, la autorregulación, la motivación, la empatía y las habilidades sociales; estos elementos en el mundo práctico se traducen en una cantidad de acciones que, aplicadas a nuestra cotidianidad, pueden volvernos unos verdaderos genios de la inteligencia emocional.
1. Autorreconocimiento: identificar quién soy para saber a dónde voy
Digamos que vamos a tener una tercera cita con nosotros mismos, ese encuentro en dónde se acaban las preguntas banales y empiezan las verdaderas revelaciones; preguntémonos quiénes somos y hagámoslo en serio: qué nos motiva, qué nos afecta, cómo reaccionamos cuando estamos afectados, qué sentimos al respecto, qué podemos hacer para sentirnos mejor.
El autorreconocimiento es ir un paso adelante de nuestros patrones, saber cómo nos sentiremos y reaccionaremos frente a ciertas situaciones y comprender por qué esa es nuestra reacción para no dejar que nuestras emociones actúen por impulso y de forma irreparable.
Algunas buenas recomendaciones que dan los expertos para practicar el autorreconocimiento son:
- Lleva un diario: el proceso de escritura le irá dando nuevos ángulos a las situaciones por las que estás pasando y podrás observarlas de forma tranquila para aprender de ellas.
- Tómate tu tiempo: los momentos de descanso son los mejores para hacer un buen ejercicio de introspección, además de que son indispensables para evitar las explosiones emocionales causadas por largos periodos de estrés o agotamiento extremo. Reconoce cuándo debes descansar y cuáles son tus mejores opciones para hacerlo, y cúmplete, no se vale solo planearlo.
- Descubre tus “disparadores emocionales”: hay temas o acciones que pueden causar una respuesta inmediata y desmedida en nosotros, a todos nos pasa, pero eso no significa que las consecuencias sean fáciles de remediar o remediables en absoluto; reconoce qué desboca tus emociones y desmitifícalo. No es nada fácil, así que si necesitas ayuda, no dudes en buscarla.
2. Autorregulación: responsabilizarme de mis acciones y aprender de ellas
La autorregulación es la gemela que nace unos minutos después del autorreconocimiento, cuando empezamos a reflexionar sobre quiénes somos, inevitablemente descubrimos que tenemos una influencia en las demás personas y en nuestro entorno, autorregularnos es apropiarnos de nuestras acciones y sus posibles consecuencias para llevarlas a buen término o aprender a hacerlo en el futuro.
Puede ser un poco incómodo y contraintuitivo al principio, pero la autorregulación con buena práctica suele venir con la paz y la asertividad que define a las personas más brillantes en términos emocionales, para llegar a esto intenta:
- Mantén un plan: lo que hace el cuerpo influye a la mente y viceversa, autorregular nuestras emociones no es fácil, por lo que podemos empezar en un nivel un poco más sencillo, con algo más tangible: nuestra rutina. Manejar de forma disciplinada nuestros tiempos de productividad, descanso y hasta alimentación, no solo es excelente en términos de salud física, también le da a nuestra mente las herramientas para estar saludable y mantenerse equilibrada.
- Ponte los zapatos deportivos: las situaciones de enojo o frustración parecen generar una ola de energía difícil de canalizar, por lo que una buena forma de bajar toda esa presión y darte un tiempo para analizar una situación desde la calma es ponerte los zapatos y hacer esa actividad física que tanto te gusta. El ejercicio oxigena la mente y libera el cuerpo, por lo que un buen rato en movimiento te dejará con la cabeza clara y las prioridades en orden para pensar en cómo abordar lo que tienes que abordar.
- Identificar cómo, cuándo y dónde: lo único que puede ser más malo que retener nuestras emociones, es dejarlas salir a borbotones en el lugar y la hora que nos plazca; la forma en la que recibimos las cosas está influida por tantos factores, que es imposible tener una visión objetiva de las cosas en primera instancia. Si algo te molesta o te altera, reenfoca tus esfuerzos solo el tiempo suficiente para poder revisitar lo que pasó a solas y con la mente en calma; ten en cuenta que si en esta situación está implicada otra persona, ella también vendrá con un universo de cosas que influirán en sus reacciones, así que busca el espacio correcto, se asertivo y lo más importante: se empático, que ya es otro nivel de inteligencia emocional del que habláremos en nuestro próximo blog.
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